Cuarta generación de una familia de panaderos. Su bisabuelo emigró al Paraguay desde Cataluña y setenta años después su bisnieto -Ignacio Fontclara, paraguayo/¿cataguayo?, que intenta tener tiempo para el rekutu - emprende el viaje de retorno.

¿Por que? No lo se muy bien.

Por eso este espacio pretende ser un instrumento auxiliar, una brújula virtual para mi orientación y por ende para los que la visitan.



Moisés Bertoni – Civilización Guaraní

La Stevia rebaudiana Bertoni es una planta originaria de la cordillera de Amambay (Paraguay) y ha sido utilizada como endulzante durante siglos por el pueblo guaraní (que la denomina ka'a he'ê, hierba dulce).

Sus hojas son unas 10-30 veces más dulces que el azúcar. El sabor dulce se debe a los glicósidos de Esteviol, principalmente al Esteviósido y al Rebaudósido A. Contiene además flavonoides, ácidos fenólicos, etc.

Su descubridor, el sabio Moisés Bertoni ante todo fue un gran humanista, su pasión científica y sus principios humanistas fueron su credo. Realizo 362 monorgafías entre libros, revistas y artículos, una obra inabarcable, pero consideo que para resumir su obra es vital acercarse a su cosmovisión del ser humano, para ello reproduzco un fragmento del artículo escrito por Francisco Alí-Brouchoud y publicado en el Diario El Territorio el día 23 de mayo de 1999 en el suplemento SED.

SALVAJES CIVILIZADOS

El deslumbramiento de Moisés Bertoni por la cultura guaraní, y sobre todo por lo que hace a su organización sociopolítica es comprensible. Cerrados todos los caminos para la concreción de su proyecto inicial, su irrenunciable humanismo que tomaba como herramientas de cambio las ideas anarquistas, encontró refugio en los estudios etnográficos de una cultura Otra, que en su diferencia, no podía sino parecerle perfecta y admirable.
En esto no hacía más que seguir las huellas de Rousseau, y el tópico iluminista del “buen salvaje”, pero es justamente aquí donde su costado científico produce la síntesis que le permite superar la elucubración meramente teórica, y acortar la distancia de su condición, dándose la posibilidad de convivir y conocer de cerca esa utopía real y concreta que representaba para ojos europeos, el grupo étnico más extendido de esta parte del continente, y restaurar la condición humana que los aborígenes no poseían para casi nadie en ese entonces en Latinoamérica.


Hay una suerte de oxímoron ideológico en el título de su obra dedicada a los aborígenes de la región: “Civilización Guaraní”cambiando el termino usual de la época, los “salvajes”, por aquel sólo reservado a Europa y a aquellas culturas en las que Europa vio una concepción del Estado similar a la suya (Egipto, Mayas, Incas, etcétera).


Su punto de vista, sin embargo, no es un anacronismo. Hace algunas décadas, uno de los más destacados antropólogos franceses, Pierre Clastres, basó toda una teoría sobre el surgimiento del poder y el estado, en el análisis de lo que antiguamente se denominaban “sociedades primitivas”, y más exactamente de la cultura guaraní. Clastres - un protagonista del mayo francés - realizó trabajos de campo con los Guayakí del Paraguay, una etnia considerada protoguaraní. En base a esto escribió: “en la sociedad primitiva no hay órgano de poder separado porque el poder no está separado de la sociedad, porque es ella quien lo detenta como totalidad, con vistas a mantener su ser indiviso, de conjurar la aparición en su seno de la desigualdad entre señores y sujetos, entre el jefe y la tribu”. Bertoni, por su parte, consignó sobre los guaraníes: “Su constitución política era la democracia pura. El gobierno era del pueblo. El indio guaraní no cede su independencia ni como ciudadano ni como miembro de la tribu a ninguno y menos aún a la autoridad. Reconocía al cacique, estimaba al anciano, respetaba al abaré, pero no se consideraba nunca ni inferior ni sujeto a ninguno de estos”. Como se ve, Clastres y Bertoni observaron lo mismo. Sólo que el segundo lo hizo sesenta o setenta años antes.

El pasado quince de junio se cumplieron 142 años del nacimiento de Moisés Bertoni. Un aniversario a partir del cual es menester que se otorgue a su figura la verdadera dimensión que tuvo, más allá de estereotipos de cualquier índole, tal vez recordando que fue, por sobre todas las cosas un humanista en el orgulloso y altruista sentido que esa palabra adquirió luego de 1789, una fe que aún hoy quizás pueda arrojar alguna luz de esperanza sobre el vapuleado concepto de género humano.

Moisés Bertoni, según mi punto de vista no solo descubrió la Stevia, si no fue el artífice de un injerto del pensamiento, compromiso y lucha del pueblo guaraní en el valor intrínseco de esta planta, garantizando un legado imborrable para las generaciones venideras. El legado se deposita en el espíritu de personas como Don Basilio, Don Gonzáles y otros grandes luchadores y eruditos de la Stevia en Paraguay, en Josep Pamies que desde Cataluña lleva una lucha por la legalización de la Stevia, para que todos tengamos acceso a un bien intangible, la autonomía alimentaria.

Esta carta escrita por Moisés Bertoni a su esposa, refleja más que ningún otro documento los ideales, objetivos, y también los motivos principales por los que el Sabio decide abandonar Europa:

14 de febrero de 1882

..."El dado está echado y nosotros partiremos"..."partiremos de una supuesta patria. Desdeñaremos una sociedad sifilítica a la cual sólo las bombas sabrán curar. Una sociedad que del lecho en el cual chacotea putanescamente se burla de nuestras ideas humanitarias y que nos ofrece su inmundo pan, al precio de la humillación y el embrutecimiento. ¡NO! ¡JURO A DIOS! la naturaleza no nos ha dotado de una conciencia superior para embrutecerla en aquél océano de basura que desfachatadamente llaman "sociedad moderna"...

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